El comediante en jefe, por Manuel Malaver
No puede ser más significativo que la reciente ola de retórica guerrerista que Hugo Chávez explaya por el planeta haya seguido el curso de la caída en los precios del petróleo y que, según el desplome se hacía más pronunciado e incontrolable, el llamado a la conflagración y choque de los mundos del teniente coronel venezolano, adquiría tonos y colores que seguramente no se oían desde que se preparaba a invadir a Polonia o darle luz verde a la “Operación Barbarroja”.
Auténtica espiral de ruido y furia alimentada por reportes llegados a su avión privado (un Airbus ACJ que le costó a los venezolanos 60 millones de dólares, con plazas para 70 pasajeros, y cocina, y bañera, y cava, e Internet y etc, etc, etc.) o a las suites de los hoteles 5 estrellas donde generalmente se aloja, desde Wall Street, la AIE y la oficina de la OPEP en Viena, con cifras de que el crudo marcador se alejaba de los 77, 03 dólares que llegó a ostentar a mediados de julio pasado para colocarse en menos de 60 a comienzos de la semana en curso, y era el combustible para que el caudillo caribeño pasara, de involucrarse en los enfrentamientos entre Hizbolá e Israel en el sur del Líbano, a reunirse con Ahmadinejad en Caracas a fin de convencerlo de que la invasión de Irán por Estados Unidos era inminente y el comienzo de una Tercera Guerra Mundial, inevitable.
O sea, que el mismo síndrome (la enfermedad de los precios bajos) que, según me contó un historiador y periodista argentino de la vieja guardia, invadió a Perón cuando después del fin de la Segunda Guerra Mundial percibió que los altos precios del trigo y la carne sureños en los mercados mundiales llegaban a su fin, y se dio a desear de todo corazón una tercera conflagración, a atizarla con el aumento de la retórica y las “acciones revolucionarias”, siendo que lo que buscaba desesperadamente eran agrodólares para mantener el nivel del gasto público, la política clientelar, la formación de alianzas y compra de silencios, la exportación de la “revolución”, el lujo y el dispendio sin los cuales no hay o populista que sobreviva.
“Habría que situarse” acota el historiador y periodista “en el año o meses crepusculares del peronismo, cuando ni siquiera la guerra de Corea significó una mejora en los precios del trigo y la carne, y el general se dio a hablar en todos los escenarios, a subir los decibeles, a arreciar los ataques contra el imperialismo y la oligarquía y esperar si por ahí venía la chispa que incendiaría la pradera. Y con el mismo tono, la misma arrogancia y la misma insensatez que le acabo de oír a Chávez en su discurso en las Naciones Unidas”.
Conozco muy de oídas la historia del peronismo y hasta soy alérgico a todo cuanto se relaciona con la incalable Evita, pero por no desdeñar el marco teórico de mi amigo, el historiador y periodista, me doy a relacionar fechas, palabras, cifras, y, ¡sorpresa!, descubro que Perón también usó el ejército y las elecciones para fundar un movimiento político que, vía el clientelismo, se insertó entre los sindicatos obreros, las capas medias y los sectores más pobres rurales y urbanos, atizaba una retórica revolucionaria, nacionalista y antiimperialista, dividió el país en buenos y malos, honestos y deshonestos, ricos y pobres, revolucionarios y contrarrevolucionarios y auspició un o de desarrollo autóctono, endógeno y justicialista con el que, presuntamente, iba a acabar con el capitalismo.
Pero lo más sugestivo es que, después de haber arruinado a la industria y la agricultura argentinas para abrirle paso a su “modelo de desarrollo colectivista, estatista y paternalista”, Perón, como Chávez en la actualidad, se dio a vivir de las rentas de la realización de una materia prima con altísima cotización en los mercados internacionales, y a soñar que esta jamás terminaría, que, al contrario, su destino era hacia más y más dígitos y a partir de ellos, establecer una tiranía mundial que heredarían sus hijos, nietos, y aún sus biznietos.
Una satrapía que es también teatro o gran guiñol del lujo, del fasto, y el manirrotismo, de la imitación de los peores vicios de la clase burguesa y que ya había sido anotado por V.S. Naipaul en su visita a Buenos Aires en 1973, al señalar en un comentario a la autobiografía de Eva Perón, que el peronismo jamás había significado una nivelación de los pobres hacia arriba, sino más bien un agudo deterioro en sus condiciones de vida, e igualación de la élite peronista con el boato y riqueza de los ricos y famosos de la época.
De la misma manera que en la Venezuela del ciclo alcista de los precios del crudo que le ha caído a Chávez del cielo, no son los pobres quienes están mejorando su calidad de vida, solucionando sus problemas de vivienda, educación, transporte y seguridad personal, sino la casta de nuevos ricos revolucionarios, rojos y arrogantes, que se instalan en los grandes inios del este de Caracas, viajan y residen en las grandes capitales del mundo capitalista y coleccionan autos, aviones privados y yates de última generación.
Pero hay otros hechos y cifras que resaltan según se cruzan las experiencias del populismo peronista de los años 40 y los 50 y el chavista de la Venezuela de los 2000, y uno muy importante tiene ver con el detalle de que al momento de iniciar sus retóricas apocalípticas, ni el caudillo sureño ni el caribeño, contaba con un complejo militar-industrial que respaldara su amenaza de incursionar por el mundo en plan de conquistadores o de apoyar conquistadores.
O sea, que ni ejércitos, ni aviación, ni armada, ni portaaviones, ni submarinos, ni soldados, ni milicianos, ni reservistas, estaban y están detrás de estos señores de la guerra que en su afán de refundar sus países destruyeron su infraestructura, su industria, sus instituciones políticas, su paz social y el equilibrio cultural que son indispensables para que cualquier fuerza armada mantenga y mejore su apresto operativo.
¿Simple afán, entonces, de jugar al mito de David y Goliat, de ofrecerse desnudos e inermes como víctimas propiciatorias y dar ingreso a una orgía de sangre donde los capitalistas e imperialistas lleven la peor parte, pues no podrán evitar ser percibidos como agresores y matones que invaden países y arrasan con pueblos, campos, hospitales, caminos y ciudades enteras?
¿O más bien la búsqueda de la brecha para que la humanidad aprecie el coraje, la disposición y las dotes de estos grandes conductores de pueblos nacidos, crecidos y formados en tiempos de paz, pero decididos a aprovechar la oportunidad y demostrar que pueden ser los nuevos mariscales de la revolución, los nuevos estrategas de la liberación de los pueblos, como alguna vez fueron Buduny, Frunzel, Tujachesvki, Stalin, Zuhkov, Mao, Cheng Yi, Limpiao, Tito, Castro y tantos otros que forman el panteón de hazañas que resuenan en mentes simples que abstraen las crisis de la historia de circunstancias que en otros contextos y perspectivas habrían resultado irrelevantes?
Puede ser… que el laberinto de los guerreros sin batallas ni condiciones para lucir los uniformes galantes y barrocos de la muerte, es inmenso e insondable como las noches en el círculo polar ártico, …pero mi insistencia es y será de que se trata de pura y simple adicción a los altos precios de los agrodólares y los petrodólares, de contar en caja con el efectivo suficiente para contar con una base clientelar segura y barata, aliados que al simple guiño de la chequera estén dispuestos a voltear la cara y pasar sobre los desplantes, groserías y excentricidades, pero sobre todo, de acceso al lujo, dispendio y manirrotismo y al poder decir a los malditos ricos que les salió competencia y tendrán que habérselas con unos recién llegados que pueden ser tan soberbios, dispendiosos y extravagantes como ellos.
El extra que al fallar en el caso de Perón significó su salida del poder, y en el caso de Chávez, pasar de ser el comandante en jefe, al comediante en jefe, como vino insinuándose en los últimos tiempos, y explotó sin remisión en la sesión de la asamblea general de la ONU donde el pánico por la caída de los altos precios del crudo lo hizo hacer el ridículo de su vida.
¿Pero se sostendrá la caída del ciclo alcista o se recuperan los precios para que Chávez siga siendo el revolucionario confianzudo, agresivo y arrollador que vimos en los últimos años?
No sabemos, pues los problemas estructurales que determinaron el alza del último quinquenio están lejos de ser corregidos, pero no hay dudas de que al menos una etapa de alzas y bajas, de creciente volatilidad se aproxima y que veremos al teniente coronel venezolano pasar de la depresión a la exaltación, de la euforia a la tristeza, del optimismo al pesimismo…que revoluciones sin materias primas y altos precios de las materias primas…no se han visto jamás.
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