Militares y militantes: todos ciudadanos. Por Malú Kikuchi
La Argentina es un país curioso, adecua el sentido de las palabras al tiempo. No es lo mismo decir "militar" (sustantivo), hoy, que haberlo dicho en los finales de los 70. Ni tiene el mismo significado que en los 70 la palabra "militante". Y sin embargo, el idioma no cambió, las palabras, descriptivamente, tampoco cambiaron.
Los tiempos políticos hicieron cambiar la percepción que las personas tienen de lo que significan esas palabras. En los 70, ser un militar era prestigioso, socialmente hablando, y denigraba el hecho de ser un militante. Hoy, en referencia a los 70, es exactamente lo contrario. ¿Qué cambió? Cambió de manos el poder.
Militar es aquel que se dedica al servicio o profesión militar. Es una persona que se prepara para la guerra y está dispuesto a defender su patria en caso de ser necesario. Militante es el miembro de un partido (político o religioso o social) que participa activamente de las actividades del mismo.
Tanto la palabra "militar" como la palabra "militante" tienen el mismo origen, "milicia". Milicia, del latín, quiere decir: 1)arte de hacer la guerra y de disciplinar a los soldados para ella, 2) servicio o profesión militar, 3) tropa o gente de guerra. Deriva de "mil", el número ideal del ejército romano, el decurión tenía 10 soldados bajo su mando, el centurión 100. El ejército, como entidad social, nace en Roma, y está compuesto por el pueblo organizado para la guerra. De donde se desprende, que en un principio, militares y militantes, todos ellos parte del pueblo, estaban del mismo lado.
Estaban, militares y militantes, del mismo lado. A tal punto estaban del mismo lado que cuando Cayo Mario (156 a 86 AC), primer Cónsul plebeyo, se hace cargo del ejército romano, incorpora a los pobres, a los que no pagaban impuestos, a los "proletarios", a los que sólo podían aportar "la prole". Y ese fue el principio de la igualdad entre los ciudadanos romanos.
La Argentina a mediados de los 70 vivió una guerra civil. Militares y militantes de izquierda se enfrentaron de la peor de las maneras. Errores y horrores se sucedieron de los dos lados. Enormes errores, monstruosos horrores. La guerra de los 70 terminó con el triunfo de los militares. Triunfaron con las armas, perdieron en los medios.
En los 70, al tener los militares la suma del poder, nadie pudo cuestionarles nada. Pero llegó la democracia y con ella, llegaron los juicios a las Juntas, llegaron las condenas, llegaron las leyes del punto final y de la obediencia debida. Cambió el gobierno. Llegaron los indultos para un lado y para el otro. La mayoría de los Argentinos empezó a olvidar. Las heridas comenzaron a cerrarse, de un lado y del otro. El tiempo pasó, volvió a cambiar el gobierno. Hoy, los que perdieron con las armas ocupan el poder político. Y los perdedores juzgan a los vencedores.
En el juicio a Miguel Echecolatz, subjefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires en los 70, un testimonio clave para su condena, fue el del testigo Jorge Julio López. López, albañil jubilado, 77 años, desapareció de su casa el domingo 17 de septiembre y desde entonces no se sabe nada de él. Curiosamente, un testigo de vital importancia en el tema de los DDHH, tan caro a los gobiernos nacional y provincial, no tenía nadie que lo custodiara ( Pontaquarto tiene 3 custodios permanentes). Y es a partir de la desaparición de López que se suceden las diferentes versiones dadas a determinadas palabras.
Todo el mundo opina, se preocupa, se ocupa, habla, elabora hipótesis sobre la desaparición de López. La abogada de López, cuando pronuncia la palabra "militante", con la connotación de los 70, lo hace con unción, como rozando algo muy sagrado. Cuando los representantes de las organizaciones de DDHH dicen que López fue un "militante" montonero, la religiosidad del término desborda los medios de comunicación.
Cuando Hebe de Bonafini expresa que López no era un militante en los 70, el desprecio enloda la figura de López. Cuando Bonafini acusa a López de haber sido, ¡horror! hijo de un comisario, hermano de un policía y de vivir en un barrio habitado por policías, la palabra policía se convierte en una cosa rastrera, sucia y maligna.
Las palabras no tienen la culpa. Ser un militante no es en si ni bueno ni malo. Significa actuar activamente a favor o en contra de algo. Es el a favor de qué o en contra de qué, lo que puede ser calificado de bueno o de malo. Ser policía es formar parte de una honrosa profesión, que se presupone al servicio de la comunidad. El hecho que haya buenos o malos policías no implica una adjetivación sobre la carrera policial en si. No son las palabras, son las personas. No son las palabras, es el tono con que se dicen, es el trasfondo político con que se dicen, son los tiempos en las que se dicen.
Los militares eran buenos. Los militantes eran malos. Hoy los militares son malos y los militantes son buenos.
Hubo y hay militares buenos y malos. Hubo y hay militantes buenos y malos. Todos los ciudadanos no son militares, pero todos los militares son ciudadanos. Todos los ciudadanos no son militantes, pero todos los militantes (de lo que sea) son ciudadanos. Hay un número reducido de integrantes de las FFAA y contabilizando a sus familiares se está alrededor del millón de personas.
Los militantes de las organizaciones de DDHH, más la suma de toda la izquierda Argentina, no tienen peso electoral. Militares y militantes, numéricamente, son pocos.
Entre militares y militantes, todos ellos ciudadanos, están los millones de ciudadanos de a pie que no tienen nada que ver con ellos. Millones de ciudadanos obligados a toda hora a participar, sin querer, de una guerra terminada. Millones de ciudadanos obligados a tomar partido, aunque no quieran ni tengan porqué hacerlo. Millones de ciudadanos, ni militares ni militantes, sumergidos en el túnel del tiempo, atrasando los relojes 30 años. Millones de ciudadanos que intentan ingresar al siglo XXI y no se les permite.
El planeta Tierra avanza en tecnología, en sistemas de aprendizaje, en biología, en comunicación, en nuevas formas de energía, y los ciudadanos argentinos, ni militares ni militantes, y los ciudadanos argentinos militares y los ciudadanos argentinos militantes, todos, condenados a repetir los años 70 como en una infinita y reiterada pesadilla.
Lo único nuevo en la muy vieja historia de los 70, historia que los Argentinos son obligados a repetir interminablemente, es la adjetivación agregada a las palabras "militares" y "militantes".
Considerando que todos los Argentinos, militares y militantes (pocos) y los demás millones (muchos), son ciudadanos; ¿podría el Gobierno permitirles entrar al 3º milenio? ¿Sería posible enterrar los 70 en los 70 y avanzar en el tiempo? ¿O será que el tema de los 70, el tema de los militares versus los militantes, el escarbar en el pasado una y otra vez, provee de distracción suficiente como para no indagar sobre lo que sucede hoy?
Militares y militantes son dos palabras chiquitas. Sin embargo, hoy alcanzan para tapar una inflación contenida, las valijas de Southern Wings, los desaparecidos millones de Santa Cruz, la falta de transparencia en el manejo de los subsidios, las renuncias de 143 jueces, los superpoderes inconstitucionales, el malestar internacional con el país, la creciente brecha entre ricos y pobres, el manejo discrecional del Consejo de la Magistratura, los DNU porque si, los aprietes a la prensa, el dólar sobrevaluado, la falta de inversiones, los impuestos astronómicos, el progresivo lavado cerebral en la enseñanza, la acumulación de poder, el desprecio por las instituciones ... y ... y ...
Militares y militantes; todo se tapa con esas dos palabras. ¿Hasta cuando? Hasta el domingo 28 de octubre de 2007. Entonces, los ciudadanos, todos, tendrán la palabra. Una palabra sin adjetivos: el voto. Los ciudadanos votarán.
Gentileza en exclusiva de www.lacajadepandoraonline.com para NOTIAR
1 Comments:
Malu,
Lamentablemente, si solo fueran unos pocos los que se dedicaran a remover el tema de los 70, no seria demasiado dificil de manejar. el problema es que todos, lamentablemente, nos vamos haceindo eco del tema y nos empezamos a involucrar, de un lado o del otro, y ahora el problema es mayor. Nos estamos dividiendo.
Ya no nos podemos juntar con amigos, que a sabiendas que son de derecha o de izquierda, siempre hablamos en terminos sociales, politicos o economicos con nuestras discrepancias y similitudes.
Ahora, se toma partido, se agrede -aunque no sea mas que verbalmente- por pensar diferente, cosa que hace 5 o 10 años atras no sucedia. Era un hecho puramente historico, y la historia se encargaria de juzgarlo.
Tengo 39 años, pero tengo recuerdos desde los 7 u 8 de lo que era el vivir en ese estado de guerra (o como se lo quiera tildar a ese periodo). Creo que poco a poco estamos volviendo a ese triste pasado.
yo no quiero este pais para mis hijos, hay que sepultar el odio y construir la union. Bajar las barreras que separa a ricos y pobres, de izquierda o derecha y llamar a la union nacional, pero de VERDAD, sin rencores. Estamos a menos de 3 años del bicentenario del 25 de Mayo, y todavia no pudimos construir un pais con todas la letras...
Dios ilumine a nuestros dirigentes y salve a la Argentina.
Saludos,
Luis
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