2/19/2007

¡Oh! ¡La violencia! (en el fútbol) por Malú Kikuchi

De acuerdo al diccionario, “violencia” quiere decir, cualidad de violento, y “violento” es lo que se ejecuta fuera de razón y justicia. Tienen una raíz común con “violar”, que significa: infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa. Dicen que la violencia es una enfermedad infectocontagiosa.

La Argentina está enferma de violencia.
Para Johan Gultang, reconocido politicólogo noruego, investigador especializado sobre “la paz y sus conflictos”, la violencia se divide en tres tipos, la directa, la estructural y la cultural.
La VIOLENCIA DIRECTA es aquella que ataca, hiere o mata. La violencia directa es la de las agresiones físicas.
La VIOLENCIA ESTRUCTURAL es aquella que partiendo de la estructura política y /o económica, o sea del sistema imperante, causa hambre, pobreza, enfermedad y muerte.

La VIOLENCIA CULTURAL es aquella que tiende a legitimar la utilización de elementos propios de la violencia; es aquella que en nombre de una religión, de un ideal político o moral, hace que la violencia sea aceptable para la sociedad.
La primera de las violencias es fácil de combatir, no así las otras dos.
En los papeles, el deporte nacional argentino, es el pato. En la realidad y en la práctica, el deporte nacional es el fútbol. El fútbol representa, conmueve, apasiona, irrita, enfervoriza, descoloca y condiciona el humor de los argentinos.
La violencia en el fútbol, ¿también representa a la sociedad en su conjunto? ¿La sociedad tolera la violencia, se resigna a la violencia, la acepta, la instiga? Las mismas preguntas se hacen extensivas al gobierno, que en última instancia es el que, a través del voto, representa a la sociedad.
Los actos de violencia que rodean al fútbol son historia vieja y repetida. Las soluciones para revertirla, no aparecen. Ni los clubes, ni la AFA, ni el gobierno, encuentran, o quieren encontrar, la solución al problema. Soluciones que no son fáciles, pero tampoco imposibles. Hay países que han conseguido erradicar la violencia que rodea los partidos de fútbol, y si otros pueden, la Argentina también. Todo pasa por tomar la decisión en serio, llevarla a cabo y terminar con la violencia. Pero no se hace. ¿Por qué?
Para no revivir historias de violencias pasadas, basta, como ejemplo, lo sucedido el domingo 11 en River y el jueves pasado en Gerli entre las hinchadas de Talleres de Escalada y Los Andes. El sábado, en Rosario, se suspendió el partido entre River y Newell´s. Tienen en común, el fútbol, la metodología y la violencia.
Lo demás, difiere. River y Newell´s son clubes “grandes”, están en la A, Talleres de Escalada y Los Andes son clubes chicos y están en la B. Tienen, todos, páginas en la web donde preanuncian lo que va a suceder. Mantienen, como sistema, médicos dentro de los estadios que se hacen cargo de las curaciones de los heridos. Un herido debe ser trasladado a un hospital donde indefectiblemente, queda hecha la denuncia a la comisaría de la zona, es la ley.
Al ser atendidos dentro del predio del club, la denuncia no existe y nadie queda fichado. La policía que debe custodiar, nunca es suficiente y siempre es desbordada. Y la historia se repite y vuelve a repetirse. Esa es la violencia directa.
En la web, una de las páginas de las hinchadas se titula “Barra Bravas, el lugar justo de los inadaptados de siempre”. Los barra bravas son una realidad que el país acepta como algo normal, molesta, pero inevitable. Esa es la violencia cultural.
En un informe de Gustavo Yarroch de Clarín, se puede leer que: Rafael Dizeo, jefe de la “12” (nombre de la hinchada de Boca y orgulloso barra brava de la misma), es un personaje con un muy buen pasar económico, empleado del gobierno porteño en el rubro “Servicios Públicos” con un sueldo de $2.000, para controlar la iluminación de la ciudad. “El Rafa” decía, con conocimiento de causa, en julio de 2006, por televisión: “La 12 asesora (¡¡¡internacionalmente!!!) porque es la Universidad de Harvard para los barra bravas del mundo”.
Dice Yarroch que dicen que, Adrián Rousseau y Alan Schenker (Los Borrachos del Tablón, barras de River), cobran $35.000 cada uno. Dicen que controlan el gimnasio del Monumental, dicen que revenden entradas, dicen que trabajan de patovicas en los recitales y venden el merchandising. Rousseau desde el 2001 trabaja también para el gobierno porteño por $1.200. ¡Boca y River un solo corazón; el Gobierno de la Ciudad da para todo! El puesto se lo consiguió su papá, Angel Rousseau, que por $2.200 también trabaja para la Legislatura.
En el mundial de 2006, 42 Borrachos del Tablón, viajaron a Alemania. ¿Quién pagó los pasajes y las estadías?
Dicen que en San Lorenzo la interna de los barra bravas por controlar la venta de droga, es feroz. Dicen que los barras manejan el estacionamiento en las cercanías de los estadios. Dicen que los jugadores les dan un porcentaje de sus sueldos. Dicen que los dirigentes les regalan las entradas para que las vendan.
Dicen que en Rosario, los barras de Central y de Newell´s (acá no hay diferencias ni enfrentamientos en cuanto a métodos) presionan mal a los padres de los menores que prometen ser buenos jugadores, para manejarles la carrera, ellos o sus designados, cobrando jugosos porcentajes. Dicen. Todos lo saben. Nadie hace nada al respecto.
Es obvio que detrás de todo el montaje de los barras, hay políticos, dirigentes, jugadores y policías. Esa es la violencia estructural.
Página 12, 22/10/06, escribe Gustavo Veiga. “La radiografía de un barra brava
estándar”. “Detrás de un violento que arroja una piedra o dispara un arma, hay un puntero, un político, un cacique sindical, un funcionario encumbrado. […] clientelismo que cruza de modo transversal a partidos mayoritarios, gremios y por supuesto clubes de fútbol, donde también se vota”.
Aparecen todas las violencias, la directa, la cultural y la estructural. Todos lo saben. Todos lo aceptan. A veces, como pobre consuelo, basta que los medios aclaren “gracias a Dios no hay pérdida de vidas que lamentar”. La decisión de acabar con la violencia en el fútbol, es una decisión política. Hay que exigirle a los candidatos que aclaren qué piensan hacer con la violencia en el fútbol y cómo piensan erradicarla. ¿Pensarán erradicarla?
La Argentina está enferma de violencia. ¿Hasta cuando los argentinos estamos dispuestos a tolerar esta violencia con la que convivimos y que se nos ha hecho “normal” y cotidiana? Como todo lo demás, depende de nosotros y de NUESTRAS decisiones políticas.
El 28 de octubre, piense, luego, vote.
Gentileza en exclusiva de www.lacajadepandoraonline.com para NOTIAR