6/10/2006

Tres tristes tigres, por Manuel Malaver

Reducidos al simple y escueto título de la novela de Guillermo Cabrera Infante quedaron Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales después que una amplia mayoría de electores decidió elegir para la presidencia del Perú a Alan García y no a Ollanta Humala.

Suceso que marca el límite de la capacidad de expansión de la revolución castrochavista y augura un proceso en el cual o se congela o retrae más y más a su punto de partida.

Que no es otro que el de su desaparición total y definitiva, como un acto fallido que sólo alcanzó a anunciarse, camuflarse de demócrata y deshacerse, según se hizo evidente para los pueblos el fraude simulado que contenía.


De modo que gritería, altisonancia y chantaje pasan a ser ahora su única y exacta naturaleza, sin otro recurso para defenderse y ofender que el que disponen las fieras cuyos territorios son más nominales que reales y deben enfrentarse a competidores más aptos y dotados.

El Perú que se enfrentó a la injerencia de Hugo Chávez en el proceso electoral, y vio cómo empleaba la chequera petrolera para torcerle la dignidad a otro país de América del Sur, es buena prueba de ello, así como los votantes nicaragüenses y mexicanos que han corrido a guardar distancia de los candidatos, Ortega y López Obrador, según los han sentido cerca del autócrata y arrogante jeque petrolero venezolano.

Y así resulta que el “amor” de Chávez por los pobres, ya sean simples ciudadanos, o estados-naciones, es para tenerlos cautivos, presionables y manipulables a la hora de forzarlos a seguir sus alocadas políticas, adscribiéndose a la cruzada con la que piensa “liberar a la humanidad” y hacer “morder el polvo de la derrota” a los Estados Unidos.

Lo pueden contar los venezolanos inundados de dádivas y misiones que reparten comida, becas educativas, asistencia médica gratuita y créditos sin interés, pero a cambio de que apoyen al comandante y guarden silencio ante las violaciones de los derechos humanos, la corrupción de los sistemas electoral y judicial, el fin de la independencia de los poderes y la consagración del primer presidente vitalicio latinoamericano, “constitucional y democrático”, desde los tiempos de Rafael Leonidas Trujillo, Papá Doc Duvalier y Anastasio Somoza, el viejo.


Fue igualmente lo que ocurrió con República Dominicana y Costa Rica, que formaban y forman parte de un convenio petrolero mediante el cual el jeque les suministraba crudos a crédito y a bajos intereses, pero que vieron cortados los envíos cuando los dominicanos se negaron a expulsar a un grupo de exilados venezolanos contrarios al régimen, y los costarricenses se mostraron reacios a no renovarle la visa de residencia a otro venezolano refugiado, el secretario general de Confederación de Trabajadores, Carlos Ortega.

Pero es que otros dos países de la región, Colombia y Perú, que firmaron tratados de libre comercio con los Estados Unidos como vía de traspasar la línea de pobreza extrema que tanto promueve y estima Chávez, fueron puestos en la lista negra, castigados con la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, y amenazados con castigos mayores si siguen expandiendo su comercio y enriqueciéndose.

“Lista de Chávez” que espera a Brasil y Argentina, a Uruguay y Paraguay, en cuanto sus presidentes, o los que sucedan a sus presidentes, piensen que bien unilateralmente, o como Mercosur, deben expandir su economía, firmar acuerdos de libre comercio y tomar la vía del crecimiento que necesitan para comprar el petróleo a precios de mercados y no con los subsidios del jeque petrolero autocrático y arrogante.

Entonces veremos a Chávez saliéndose del Mercosur o expulsando a los “traidores” y creando una unión del sur pero con Cuba y Evo Morales.

Es que la pobreza es el negocio de Chávez, como ya lo fue de Castro y lo será de Evo Morales, la fórmula para mantener a los pobres uncidos a una supervivencia que él, el Rico Mc Pato, es el único que puede dar.

Y a una serie de países pobres, o con dificultades por efecto de sus malas políticas económicas, celebrándolo, respaldándolo y aprovechándole los petrodólares.

De modo que populismo light o radical es el caldo de cultivo para que Lula y Kirchner sean aliados de Chávez hasta que la muerte los separe.

Por eso el resultado de las elecciones peruanas es el camino latinoamericano a seguir.