Bolivia las señales de regresión, por Andrés Benavente Urbina
La decisión del presidente Morales de poner en marcha la nacionalización de los hidrocarburos no impactó en los mercados en cuanto tal pues era un oferta de campaña que, además se insertaba en la nueva Ley de Hidrocarburos promulgada en el gobierno anterior.
El impacto es en cuanto señal de mayor profundidad: ¿se está ante una fase de regresión económica y política en la región sudamericana?. Ya no se trata sólo de medidas que adopta el venezolano Hugo Chávez inspirado en su “modelo” del socialismo del siglo XXI, sino de una decisión que corresponde a la relativización de los contratos que varios gobiernos han asumido como práctica.
El riesgo expropiatorio se había alejado de la región después que terminó reconociéndose casi universalmente el absoluto fracaso del estructuralismo económico de los años sesenta y setenta, en cuyo contexto se dio una oleada de nacionalizaciones y estatizaciones que culminaron con economía colapsadas marcadas por el estancamiento y las crisis hiperinflacionarias. En el cambio de paradigma, los capitales extranjeros dejaron de ser considerados como invasores a la soberanía, sino que fueron calificados como herramientas eficaces para cimentar un crecimiento sólido y sostenido. Como no bastaba el sólo enunciado en una zona donde las declamaciones políticas no tienen porque ser necesariamente creíbles, debió dictarse legislaciones especiales sobre inversión extranjera que ofreciera garantías en materias de propiedad y tributación, entre otras, para atraer flujos de inversión que efectivamente llegaron.
Bolivia mismo mostró una asombrosa recuperación en la segunda mitad de los años ochenta cuando impulsa reformas económicas estructurales aperturistas. El país llegaba a ellas con una hiperinflación que alcanzaba el 11.000% anual y con una alta conflictividad social, al punto que el socialista presidente Hernán Siles Suazo debió acortar su mandato y convocar a elecciones anticipadas. El viraje económico lo dio Víctor Paz Estensoro que en los años cincuenta había encabezado el estatista proceso de la “Revolución Boliviana”. Esta vez con acentuado realismo abrió la economía y posibilitó la llegada de capitales externos. A muy pocos años, el país había estabilizado su economía y entraba a una década de equilibrios macroeconómicos y de estabilidad política que, en ese entonces, era algo inédito en la nación.
Sucedieron a Paz Estensoro gobiernos de los signos más diversos, desde la izquierda a la derecha y en todos ellos se expresó un claro consenso acerca de las ventajas del modelo económico. La interrogante obvia es ¿por qué, entonces, se llega al escenario de crisis de 2003, antecedente básico de la regresión que hoy se observa?. Los principales factores fueron: la persistencia en una mala distribución del ingreso que impidió la legitimación y consolidación social de la estrategia de desarrollo; la expansión y profundización de la corrupción de la clase política que terminó siendo desprestigiada y sus consensos considerados como “componendas” en el reparto de prebendas; y la aparición de expresiones populistas en reemplazo de los partidos tradicionales, una de las cuales es el Movimiento al Socialismo de Morales.
La nacionalización de los hidrocarburos es una medida consistente con el perfil del populismo revolucionario que triunfa de manera contundente en las elecciones de diciembre. La población percibió que el resultado de los diversos gobiernos que dieron estabilidad no había solucionado el problema de la pobreza y de la marginalidad. Ante ello reaccionó emotivamente ante la oferta mesiánica del populismo que hace creer que bastan medidas políticas para que la economía de respuestas mágicas al tema de la desigualdad y de las carencias.
Sin embargo cuando vayan desapareciendo los efectos de los fuegos de artificios; se verá que sin recursos externos un país pobre no puede explotar por sí mismo sus recursos energéticos, hacer exploraciones, ni mejorar la infraestructura vinculada a ellos; la deteriorada confianza de los inversores no será fácil de neutralizar. La economía volverá a mostrar indicadores negativos y la pobreza que suele movilizarse pero no superarse tras las consignas mesiánicas, será aún más profunda. Sin duda una mala señal en medio de la euforia nacionalista.
ANDRES BENAVENTE URBINA, Politólogo, Investigador de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.
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