6/26/2006

La sospecha sospechosa, por Malú Kikuchi

El Principito de Saint Exupéry dice que “lo esencial es invisible a los ojos”. Tiene razón. Mientras nos distraemos con el mundial, cuya función es esa, distraernos, en la Cámara de Diputados de la Nación se está por cometer un atentado feroz contra la Constitución Nacional, contra la Justicia con mayúsculas y contra uno de los más elementales derechos individuales: la presunción de inocencia.


Mientras nos embelesamos con el 6 a 0 contra Serbia y Montenegro, mientras festejamos y discutimos el sufrimiento que nos costó vencer a Méjico, se intenta reformar el artículo 33 de la ley 23.298 de los partidos políticos. La autora del proyecto de reforma al Código Electoral Nacional es la diputada Marcela Rodríguez (ARI Bs. As.), con las firmas de Juan Manuel Urtubey (FpV Salta) y de Patricia Fadel (FpV Mendoza). El proyecto establece que: no podrán ser candidatos ( a cargos electivos ) las personas sobre las que existan “pruebas suficientes” de violaciones graves contra los Derechos Humanos. Sospechoso.



Si hay “pruebas suficientes”, se acusa, se sigue el debido proceso y luego el juez dicta una condena firme. ¿Qué quiere decir “pruebas suficientes”? ¿En este caso es legalizar la sospecha? Si. Es tirar por la borda siglos de civilización occidental, que después de mucho trabajo y dolor, llegó a establecer el principio de que toda persona es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad. Si esta ley se aprueba todos seremos sospechosamente culpables hasta que probemos nuestra inocencia.


Esto, en Derecho, se llama invertir la carga de la prueba. Bastará con que alguien, por interés, bronca, diversión o aburrimiento decida esparcir la sospecha de que el candidato a algo, participó en tiempos del Proceso Militar de actividades de lesa humanidad, para que se le impida ser candidato.


Eventualmente, con suerte y tiempo, el candidato probará ante la justicia nacional e internacional su inocencia, .... pasadas las elecciones, para beneplácito del partido que se beneficie con la impugnación. Muy sospechoso.


La Constitución Nacional de 1994 incluyó en el artículo 75 , inciso 22, entre otros, la Convención Interamericana de DDHH que en su artículo 23 establece que: “ todo ciudadano debe gozar del derecho de votar y de ser elegido salvo que lo excluya una ley por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental y condena por juez competente, en proceso penal”.


Y el Pacto de San José de Costa Rica, también incluido en la Constitución, dice lo mismo, que no se puede excluir en las elecciones a los sospechosos, sino sólo a los condenados por juez competente, en proceso penal. Y ninguna de las normas de estos tratados internacionales pueden ser derogadas por leyes del Congreso.


De aprobarse el proyecto de ley, ¿ cómo se va a conciliar esta aberración jurídica con la Constitución Nacional, de cumplimiento obligatorio? Más que sospechoso.
No hay naciones civilizadas en el planeta Tierra que consagren la sospecha como certeza suficiente para condenar a alguien a no ser candidato. En los países donde rige el estado de derecho, la sospecha no forma parte de la política electoral. Sospechar es, según el diccionario, imaginar una cosa por conjeturas fundadas en apariencias o visos de verdad. Y la Argentina va a inhabilitar a un posible candidato por “imaginaciones”, “conjeturas fundadas en apariencias”, “conjeturas fundadas en visos de verdad”. Vivir para creer. Demasiado sospechoso.


En filosofía política existe “la tríada de la sospecha” (Paul Ricoeur, L´Interprétation de Freud), formada por Nietzsche, Freud y Marx. La Tríada de la sospecha tiene en común la idea que, pensar es interpretar. Nietzsche, Freud y Marx fueron los genios de la interpretación. Y la interpretación da para mucho. Depende del lugar adonde se quiere llegar.


Y si se quiere llegar a la eliminación de un contrincante electoral con posibilidades de éxito, nada mejor que “sospecharlo” de haber cometido delitos de lesa humanidad para inhabilitarlo de entrada. Decía Nietzsche (Libro del Filósofo) “la noción de verdad histórica tiene orígenes retóricos, emotivos, interesados. Las verdades son ilusiones que han olvidado su auténtica naturaleza,[.....] monedas en las que ha desaparecido el cuño que ya no son monedas, sino metal”. ¡Hasta Nietzsche le reconocía orígenes interesados a la historia! ¿Habrá que sospechar de las palabras de Nietzsche?


De aprobarse esta reforma monstruosa y antijurídica, además de anticonstitucional, le daremos fuerza de ley al “algo habrá hecho” y al “por algo será”. Frases detrás de las cuales se ampararon aberraciones en contra de las personas que no se deben repetir. Lo curioso es que, para atacar a los que fueron responsables de esas aberraciones, se vayan a cometer otras, amparadas en las mismas frases, pero esta vez, con una ley en la mano.


¿Será que de tanto combatir al “enemigo” están utilizando los mismos métodos? ¿O alguna diputada ingenua y bienintencionada está siendo funcional a un gobierno que no repara en métodos para alcanzar el fin propuesto? Esto de convertir a la “sospecha” en ley, es muy sospechoso. Y la sospecha remite a lo policial. Y en todo caso policial la primera pregunta es: ¿a quién beneficia el hecho? La respuesta es obvia.


El gobierno, agradecido. La Argentina ya pasó a los cuartos de final. El mundial sigue su curso. La distracción también. La ley avanza. ¡Socorro!

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