Perú ¿Tensión en la gobernabilidad? por Andrés Benavente Urbina
El escenario electoral peruano se ha cerrado con el triunfo de Alan García en la segunda vuelta. Paradojalmente, la inquietud de los inversionistas no proviene del perfil que tendrá la segunda administración de un gobernante que culminó la anterior en medio de un caótico cuadro de inseguridad institucional, con la expansión de la guerrilla de Sendero Luminoso, y de profunda crisis económica con una fuerte hiperinflación. Se hace fe de que ha modificado sus criterios y se adaptará a una economía de mercado compatibilizada con respuestas no populistas a las demandas sociales.
El factor de incertidumbre lo coloca el candidato derrotado, Ollanta Humala, quien planteó en la campaña una clara postura antisistémica, expresión del populismo revolucionario. Obtiene sobre el 45% en la segunda vuelta y el voto duro logrado en la primera ronda es de un 30%, porcentaje no menor en el disperso sistema de partidos peruanos.
El triunfo de García presenta obvias fortalezas para los inversionistas. En primer lugar, evita el advenimiento de la relativización de los contratos, de la amenaza de nacionalizaciones y de los impuestos confiscatorios que propiciaba Humala. Su llegada al gobierno importa una cierta proyección de continuidad. La seguridad jurídica seguirá siendo una de las características relevantes de Perú que le ha significado ser considerada una buena plaza para las inversiones.
Una segunda fortaleza de García es su aspiración de competir con el perfil económico que tiene Chile y eso significa, en lo sustantivo, mejorar la competitividad de su país, asegurar la vigencia de equilibrios macroeconómicos y garantizar un buen clima de negocios. De paso, ésta es una señal categórica que no busca reeditar su anterior gobierno. La comunidad de negocios no pone en duda su oferta y le da credibilidad a su cambio. A fin de cuentas en los últimos años ha presenciado virajes no menores como el de los presidentes Da Silva en Brasil y Vásquez en Uruguay que de ser acérrimos adversarios de lo que denominaban “modelo neoliberal” han sido buenos continuadores de una estrategia de desarrollo centrada en la apertura comercial y en la liberalización de la economía.
La inquietud respecto del gobierno de Alan García proviene del hecho de que su triunfo no es aplastante. En la segunda vuelta debió sumar – en cuanto mal menor - el voto de centroderecha que había respaldado a Lourdes Flores, con quien casi empató en la primera vuelta y el del estigmatizado fujimorismo que alcanzó una importante votación y representación parlamentaria. Cómo mantener esa coalición tan heterogénea, aglutinada sólo por el temor a Humala, es uno de los desafíos que enfrentará su gobierno. Necesariamente deberá conformar una alianza explícita (algo improbable por los costos políticos involucrados) o llegar a un entendimiento de gobernabilidad.
Lo que realmente preocupa es el nuevo perfil de la oposición. Ésta, con el protagonismo de Humala, no será igual a la que tuvo Toledo, con quien pudo suscribir un pacto de gobernabilidad: el Acuerdo Nacional. Fue una oposición leal al sistema, preocupada de afianzar la estabilidad y que no quiso sacar provecho de corto plazo de las falencias del gobierno, como la extendida corrupción que llegó a involucrar al ámbito familiar del mandatario.
Ahora, con el populismo agresivo de Humala, el gobierno de García se iniciará con una severa advertencia: será una oposición radical que transformará sus planteamientos de campaña en banderas de agitación permanente para mantenerse vigente como opción de gobierno. Recurrirá a la vía política, dada su importante bancada parlamentaria, pero también a las movilizaciones agitativas de sello rupturista. Humala puede emular a Evo Morales, quien hizo de la movilización social una herramienta para provocar crisis de gobernabilidad que a la postre lo dejaron como opción política-electoral válida para llegar al gobierno.
Perú mantiene un buen escenario de estabilidad institucional. Su gobernabilidad, empero, dependerá de cómo interactúe el gobierno y los partidos sistémicos y la expresión populista desbordada que representa Humala.
ANDRES BENAVENTE URBINA. Politólogo, Investigador Escuela de Postgrado de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad Diego Portales.
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