7/10/2006

Este Estado ¿Para qué? por Malú Kikuchi

Me disculpo.


Prometo pública y formalmente corregirme y seguir los sabios y afectuosos consejos del Presidente a los periodistas. Nos dijo, “estudien un poco, investiguen, lean, prepárense, bueno, eso. Porque a veces a mi me dan pena, con cariño lo digo.”


Me avergüenza causarle pena a este Presidente tan preocupado, ocupado y respetuoso de las instituciones de la República. Insisto, me disculpo. Y mientras “estudio un poco, investigo, leo, me preparo, bueno, eso”, me animo a preguntar; (basándome en el artículo 14 de la Constitución Nacional que me da el derecho de “publicar [mis] ideas por la prensa sin censura previa”) el actual Estado Argentino ¿para qué?, ¿para quienes?



¿Qué es el Estado? En Occidente, la palabra como término jurídico político, es usado por primera vez por Maquiavelo en “El Príncipe”. El concepto actual de Estado es posterior; (las monarquías absolutas representaban un determinado tipo de Estado, Luis XIV “el Estado soy yo”) y el concepto de Estado moderno nace con las Revoluciones Gloriosa (1688), Americana (1776) y Francesa (1789).
Pero, ¿qué es el Estado? ¿Cómo se compone un Estado, qué se necesita para ser un Estado? Francisco Perez Porrúa lo define diciendo: “el Estado es una sociedad humana asentada de manera permanente en un territorio que le corresponde, sujeta a un poder que crea, define y aplica a un orden jurídico para obtener el bien público de la sociedad que la compone” (Teoría General del Estado, 1992).



Se desprende que, para ser un Estado hay tres elementos indispensables, un territorio, una población, un poder. Sin territorio no hay Estado posible. El Estado debe, necesariamente, tener un pueblo que ocupe ese territorio, no hay Estado en un territorio baldío. Y el territorio y su población, deben, indefectiblemente, tener un sistema (cualquiera ) que ejerza el poder para permitir la convivencia de las personas que lo habitan. Hay Estados confesionales, Estados militarizados, Estados dictatoriales, Estados liberales....




Territorio, población y poder, conforman al Estado, pero ¿para qué? Se supone que el Estado tiene un fin, se supone que el fin del Estado es el bien común. Que la gente viva de la mejor manera posible. Para llegar al “bien común” se necesita, antes que nada, un contrato social.



Ese contrato social es el acuerdo al que llegan los habitantes de un territorio para conseguir una buena forma de convivencia. Eso es la Constitución de la Nación, el contrato alrededor del cual los habitantes se ponen de acuerdo para “constituir” una Nación (nacer a un proyecto común) y mediante ese acto, convertirse en ciudadanos.



¿Y la Argentina? La Argentina es un Estado ya que tiene un territorio con fronteras perfectamente establecidas, tiene una población asentada en ese territorio (38 millones de habitantes) y tiene un poder que la rige. Tiene un contrato social establecido desde 1853 (con varias reformas), o sea, una Constitución que defiende los inalienables derechos a la vida, a la propiedad y a la libertad. ¿Este Estado Argentino, los defiende?



Hechos. 3 de julio 2006 al 6 de julio 2006, entre los superpoderes y los DNU. Superpoderes. Estos violan abiertamente los artículos 29, 75, 76 y 99 inciso 8 de la Constitución Nacional. Le permiten al Jefe de Gabinete, o sea al Presidente, manejar a su arbitrio y discrecionalmente los dineros del presupuesto, que no está demás recordar, son NUESTROS dineros, son del pueblo de la Nación.



¿Cómo una persona va a decidir qué y quienes reciben determinadas partidas? Ejercer ese control, era el trabajo primordial del Congreso ¿De no ser así, para qué existe el presupuesto? ¿Para qué durante meses las dos cámaras trabajaron en asignar las partidas del presupuesto? Puede que para permitir que la senadora Cristina Fernández practicara un interminable discurso de duración castrista. Otra opción es que el presupuesto exista para establecer un monto y para nada más.


O... para que el Presidente decida cómo se reparte, cuanto se reparte y a qué o a quienes se les da. ¿Y el bien común? Lo decide el Presidente.



Hechos. Decretos de Necesidad y Urgencia. Los familiarmente llamados DNU, que desgraciadamente se han hecho demasiado familiares por lo excesivos, también se trataron en el Senado. Le permitieron a la senadora Cristina Fernández hablar y retar a quien se pusiera a su alcance, a lo largo (¡y qué largo!) de 135´. Eterno discurso que demostró que la senadora es dueña del Senado y de una maravillosa técnica de acróbata. Ayer, allá, del otro lado del mostrador, atacando los excesos de otros presidentes por autoritarios; hoy, acá, de este lado, ya no son excesos ni son tan autoritarios: ahora su marido es el Presidente.



Los DNU le permitirán a este Presidente (gracias al proyecto actualizado de su mujer), casi sin ningún control, manejarse sin la aprobación del Congreso donde se supone están los representantes del Pueblo, que deben defender los intereses de los ciudadanos que los votaron. ¿Y quien establece cuál es la necesidad y cuál es la urgencia, si tiene mayoría en las dos Cámaras por lo tanto la certeza que sus proyectos, los del Ejecutivo, van a ser aprobados? El Presidente establece. El Presidente decreta las necesidades, el Presidente oficializa las urgencias. ¿El Congreso?, bien, gracias. ¿Y el bien común? Lo decide el Presidente.



Los gobiernos son los administradores del Estado por un tiempo limitado y previamente acordado. En la Argentina el tiempo es de 4 años con opción a otros 4. Si el bien común depende de la obediencia debida y acatada a la Constitución Nacional, y esta protege el derecho a la vida, el derecho a la propiedad y el derecho a la libertad, el actual gobierno argentino ¿está al servicio de la gente y de sus necesidades?



Evidentemente, no. La actual administración del Estado se está reduciendo, con la complicidad de las mayorías del congreso, a una sola persona, el Presidente todopoderoso de la Nación. El Presidente decide sobre el dinero de la gente, el Presidente decide que es necesario y que es urgente, el Presidente representa a los otros poderes, el Presidente es el Estado.



Pero el estado y su gobierno funcionan porque los ciudadanos que habitan el territorio lo mantienen con sus impuestos, a cambio de la protección que el gobierno, administrador de turno, les ha prometido. La promesa es explícita ya que los miembros del gobierno juran cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional.



Los ciudadanos mantienen al gobierno y esperan, como contraprestación, que el gobierno les defienda la vida, la propiedad y la libertad. El gobierno no cumple con su parte. Los ciudadanos, en cambio, si cumplen con la suya. ¡Y cómo! Todos los meses el gobierno se ufana de haber cobrado más impuestos que el mes anterior.



El actual gobierno se supera en la materia mes tras mes, año tras año.


Desgraciadamente también se supera incumpliendo su parte del trato. Cada día hay más inseguridad, inseguridad jurídica, inseguridad física. Y no es un invento de periodistas que “dan pena”, es una terrible realidad. Cada día que pasa la vida, la propiedad y la libertad de los argentinos valen menos, cada día que pasa corren más peligro. Derechos y garantías desaparecen. Ya no existen argentinos que no tengan conocidos o familiares víctimas de algún delito, público o privado.


Este Estado, el actual, encarnado en el Presidente de la Nación, ¿para qué sirve?¿A quién le sirve? ¿Está al servicio de la mayoría de los argentinos, o al servicio de algunos pocos, al servicio de algunos elegidos?


Gentileza en exclusivo para NOTIAR

1 Comments:

At 7:44 p. m., Anonymous Anónimo said...

Genial Malu,como siempre.

 

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