11/20/2006

Disculpe Señor Presidente: pero todo cambia, por Malú Kikuchi

Disculpe Señor Presidente, pero, d.M. (después de Misiones, 29/10/06), como en la canción favorita de Mercedes Sosa, “Todo cambia, todo cambia” (autor Julio Numhauser). Permítame recordarle los primeros versos:

“Cambia lo superficial,Cambia también lo profundo;Cambia el modo de pensar,Cambia todo en este mundo”.


¡Quién lo hubiera dicho! El cambio vino de la mano de una provincia alejada, pobre y muy necesitada. Una provincia donde su imagen positiva, según los encuestadores, era del 70% y la de su discípulo, el gobernador Rovira, del 50%. ¡Y el cambio vino de la mano de un obispo jubilado, con remera blanca y un enorme San Miguel pintado a mano!


El cambio lo gestaron el obispo, la CTA, los evangelistas, la UCR, el rabino Bergman, el PRO, monjas y sacerdotes, el PJ, y sobre todo, el digno Pueblo Misionero. Misiones votó, y se produjo el cambio. ¡Y qué cambio!



Lo increíble, Señor Presidente, es que el que aparentemente cambió, es Usted. Por supuesto, Señor Presidente, Usted no ha mencionado a la provincia de Misiones, como si ésta no formara parte de la Nación Argentina, pero sus decisiones de los últimos días, dan cuenta de que el mensaje ha sido recibido. Le llevó unos días reaccionar. Como de costumbre, cuando algún suceso lo descoloca, guarda un silencio total, y después, actúa. Actuó.



En un gesto de absoluto respeto hacia el federalismo consagrado en el primer artículo de la Constitución Nacional, Usted, Señor Presidente, le ordenó al gobernador Fellner de Jujuy, que se bajara de su intento de reelección indefinida. Con el mismo respeto hacia la autonomía de las provincias, le ordenó al gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, que retirara de la Justicia el pedido para ser habilitado para un tercer mandato. Tanto Fellner como Solá, acataron y cumplieron. ¡Viva el federalismo!



Aparentemente, d.M., en nuestra Argentina, y por orden suya, se acabó la “rerrerre”. Gobernadores como Alperovich (Tucumán), Rodríguez Sáa (San Luis), -siguen nombres y provincias-, se ofrecen para cambiar sus respectivas constituciones y terminar con la reelección indefinida. Dicen que se acaba, ¡ojalá!, también para los intendentes. Gracias, Señor Presidente. En serio, ¡gracias! ¿Y Santa Cruz, para cuando?



También d.M., la senadora Cristina Fernández, con un buen proyecto de ley, lo saca del brete de la Corte Suprema. Una Corte que según la Constitución Nacional debe tener 9 miembros, y que según un decreto de su autoría ( Nº 222/03), lo obliga a nombrar en un plazo no mayor de 30 días, al miembro de la Corte faltante. La Corte, sin embargo, lleva demasiado tiempo con sólo 7 jueces (implica una mayoría de 5), lo que les impide trabajar. En vez de cumplir con la ley, se modifica la ley, pero por lo menos, esta modificación no es mala (volver la Corte a 5 miembros).



Suponemos que la senadora Fernández consultó con Usted el proyecto de ley, dicen que tienen una buena relación política. En la misma línea, la senadora Fernández convenció al senador Pichetto de no presentarse una vez más, como miembro del Consejo de la Magistratura, para no insistir con la “rerrere” en ningún estadio gubernamental. Gracias, Señor Presidente; la renovación de las personas hace a la República. Gracias, aunque todo esto haya sido forzado por la estrepitosa derrota en la elección Misionera.



Los milagros d.M., se suceden. Luis D´Elía, el piquefuncionario funcional a sus designios políticos, comete el error de apoyar a Irán en contra de lo que opinan la Justicia y la Cancillería Argentinas. Y Usted, Señor Presidente, lo obligó a renunciar a esa subsecretaría (que nunca se supo de qué se trataba, más allá de saber que contaba con un presupuesto anual de $300 millones, nuestros). Lo obligó a renunciar, y ¡gracias por ello! Lo obligó a renunciar por algo que dijo, no por algo que hizo.



Y aceptando que fue un disparate lo del apoyo (de palabra) a Irán, tomar una comisaría, boicotear estaciones de servicio y atentar contra la propiedad privada (campos de la Forestal Andina creyendo que eran tierras de Tompkins en Corrientes), fueron acciones mucho más graves que no tuvieron ninguna sanción de su parte. Insisto, Señor Presidente, ¡milagros d.M.! De todas formas, el Gobierno Argentino está mejor sin D´Elía.



En tan poco tiempo, sólo 3 semanas, ¡cuántos cambios! Según el diccionario, “cambiar” quiere decir, dejar una cosa o situación para tomar otra, frecuentemente su contraria. Es lo que Usted, Señor Presidente, está haciendo. Y muchos Argentinos le estamos agradecidos. Aunque, pensándolo bien, ¿quién fue el inventor de la “rerrerre”? Usted, Señor Presidente. ¿Quién cambió dos veces la Constitución de su Provincia para ser reelegido por los siglos de los siglos? Usted, Señor Presidente.




¿Quién fue a Misiones y abrazando al Gobernador Rovira pidió al Pueblo que lo apoyara en su intento reeleccionista? Usted, Señor Presidente. ¿Quién nombró funcionario a D´Elía después que éste tomara la comisaría 24? Usted, Señor Presidente. ¿Quién sostuvo con entusiasmo a D´Elía mientras éste escrachaba a Shell, o aparecía al lado de Chávez en la contra cumbre de Mar del Plata, u organizaba la fracasada contra marcha del 31 de agosto de este año para desmovilizar la marcha de Blumberg? Usted, Señor Presidente.



Se agradece el cambio d.M., Señor Presidente. Pero es difícil dejar de recordar quién comenzó el trastorno. Insisto, se agradecen los cambios, deseamos que se profundicen y que se recupere la República, pero teniendo siempre en claro que ha sido Usted, Señor Presidente, el responsable por la pérdida de las instituciones.



Decía Ramiro de Maeztu, “Cualquier hombre, por caído que se encuentre, puede levantarse; pero también caer, por alto que parezca”(Acción Española 16/7/1932). Cosas que suceden, Señor Presidente. Ayer se ganaba, hoy se pierde. Nada es para siempre. El domingo 28 de octubre de 2007, se acerca. Quizás, el cambio definitivo también se acerque.



Empezamos recordándole una canción, nos despedimos con otra, (Rubén Blades, Pedro Navajas, Siembra, 1976)


“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, Dios!Pedro Navaja...”
Disculpe, Señor Presidente, con respeto. Con el profundo respeto que nos merece su investidura.




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