4/10/2006

¡Miedo! Por Malú Kikuchi

Dice el diccionario de la Real Academia Española con respecto a la palabra “miedo”: perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. La psicología nos enseña que “el miedo es la forma más común de organización del cerebro primario de los seres vivos. Es simplemente un sistema orgánico de supervivencia. El miedo es normal en un ser que tiene que adaptarse al medio en el que vive, es una herramienta de autoprotección para los seres vivos ya que el mundo les es hostil desde que nacen”.

El miedo es bueno, es la base del instinto de conservación, el miedo está al servicio de la supervivencia. Prácticamente casi todos los miedos pueden ser catalogados como normales, a veces hasta deseables, siempre y cuando no interrumpan o coarten la actividad de las personas. Está bien tener miedo y poder manejar ese miedo.

Manejar el miedo es convertirlo en respeto; respeto por los potenciales peligros, respeto por la ley, respeto por la autoridad. Está bien que la naturaleza y la sociedad nos inspiren miedo, un miedo que al ser racionalizado se convierte en respeto por determinadas reglas que no deben ser infringidas. Lo que no está bien y no debe aceptarse es permitir que el miedo nos maneje. Hablamos del miedo que al manejarnos cambia o por lo menos condiciona nuestra conducta.

Hay un miedo que nos protege y hay un miedo que nos paraliza. El miedo que paraliza, el miedo que nos convence que no hay opciones, el miedo que nos hace callar, “el miedo usado como poderosa arma de movilización política” (Juan Pablo Feiman), el miedo usado para ahogar la discusión y el debate, ese miedo es peligroso para la sociedad. Ese miedo deja a la sociedad indefensa y sin posibilidades de reaccionar. La indiferencia de las mayorías le abre las puertas a esta clase de miedo y las mayorías tienden a pensar que el problema que es del “otro” no les incumbe. Cuando entiendan que todos somos el “otro” para el “otro”, será tarde.

Hoy, en la Argentina, el miedo es algo cotidiano. No es sólo el miedo a la delincuencia amparada en una legislación abolicionista que protege a los criminales y condena a la sociedad, es miedo a un Estado que no respeta la Constitución Nacional. Al no respetar la Constitución, los derechos y garantías establecidos en la misma son vulnerados reiteradamente, dejando a los ciudadanos inermes y ... con miedo.

Los ataques continuos, la demonización de distintos grupos, corporaciones, asociaciones civiles y militares, o simplemente personas, identificadas con nombre y apellido por el mismísimo Presidente de la Nación, generan un clima ... de miedo. Empresarios, industriales, periodistas, políticos, en su mayoría, actúan como si tuvieran ... miedo. Las decisiones y las declaraciones de los llamados grupos de poder parecen obedecer ... al miedo. Mientras, las mayorías, indiferentes, dejan hacer.

El comportamiento social, es curioso. Los ciudadanos temen al Presidente que arremete contra todo y contra todos. El Presidente no tolera disensos de ningún tipo. El Presidente ha decidido que la realidad debe obedecerlo y desconoce las leyes inmutables que la rigen. Desconoce las leyes del mercado. Desconoce las leyes. Toma medidas absolutamente anticonstitucionales, por ejemplo, prohibir la exportación de carne. La medida es tan absurda que desconcierta. Usando el desconcierto, lleva la medida al límite y la mantiene al límite.

Cuando consiente negociar, el seudo enemigo ya está vencido. Acepta, cual dádiva graciosa, en porcentajes mínimos, aquello a lo que tiene derecho por el simple hecho de ser ciudadano. Al ser ciudadano está amparado por la Constitución que le reconoce derechos y le da las garantías para ejercerlos. Pero el miedo ha sido de tal magnitud, que lo poco se acepta como si fuera justo y además, se agradece. Para el Presidente la jugada ha sido brillante.

Anticonstitucional y autocrática, pero ha conseguido dos objetivos, uno en el corto plazo, manejar el precio de la carne, el otro, en el largo plazo, atemorizar. Pero, “gobernar encadenando la mente al miedo” (Edward Murrow) no forma parte del sistema republicano que la Argentina ha elegido como forma de gobierno.
Lo curioso es que el Presidente a su vez, tiene miedo. Al ser un encuesta-adicto, teme que le bajen los índices de popularidad, teme las manifestaciones callejeras que no le obedecen, teme la represión usada como lo indica la ley, teme que haya heridos y sobre todo teme a los muertos. Los fantasmas de Kosteki y Santillán le quitan el sueño. La muerte de Sayago tuvo su importancia, pero siendo un policía, el problema ante los medios, se minimizó. Teme tanto las protestas populares (recordar las marchas de Bloomberg), que se recluye en el Calafate cuando estas suceden.

Todos temen al Presidente. Nunca se sabe cómo y ante qué va a reaccionar. Es impredecible. El Presidente teme todo aquello que no puede controlar. Según Maquiavelo en el capítulo XVII del “Príncipe”, si el príncipe no puede hacerse amar, debe hacerse temer. La decisión del Presidente ha sido clara, ha optado por hacerse temer. Para los ciudadanos la situación es otra: saben que es bueno y se debe temer a la ley. Pero, ¿saben que constitucionalmente lo que no se debe es temerle a una persona, aunque esta persona sea el Presidente de la Nación?

Recordemos que el Presidente ostenta ese título y el poder que ese título le confiere, porque nosotros, los ciudadanos, lo hemos puesto en el lugar donde se encuentra. Luego, hagamos, siempre dentro de la ley, que el Presidente lo recuerde y sobre todo, que lo tenga en cuenta.

Sin miedo.

Gentileza en exclusiva para NOTIAR

1 Comments:

At 2:02 p. m., Anonymous Anónimo said...

Excelente articulo!

 

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