4/11/2006

Perspectivas geopolíticas, 2006-2011. Por Alberto Bolívar

Quien asuma la Presidencia de la República deberá tener muy en claro que el próximo lustro será decisivo para configurar la imagen-objetivo de país que queremos y nos permita, en la primera mitad del siglo XXI.
Posicionarnos geopolítica, estratégica y comercialmente en la competitiva era de la globalización y en un entorno sudamericano que exigirá prontas e imaginativas definiciones en los ámbitos interno y externo.
Situados en lo que ahora se denomina el “arco andino de inestabilidad”, el principal reto será el de sentar las bases geopolíticas e institucionales que aseguren nuestra viabilidad, a partir de la definición de aquellos intereses nacionales permanentes que le proporcionen claridad, coherencia y continuidad al accionar colectivo, estatal y privado.
En última instancia, la viabilidad dependerá de si logramos constituirnos en un sistema de eficiencia colectiva, diseñando una geoestrategia nacional que articule los diversos componentes del poder y potencial para la consecución de los objetivos de mediano y largo plazo que deberán establecerse.
Internamente, imprescindible será, a través de la creación de no más de seis macrorregiones, descentralizar el poder, acabar con la tensión Lima-periferia y transformarla en una saludable relación dialéctica que permita la óptima ocupación y desarrollo sostenido del hinterland; el rápido aumento de los índices geoviales, a través de obras transversales y longitudinales que servirán también para comunicar a las hasta hoy zonas cocaleras con los mercados internos y externos; la masificación del consumo interno del gas de Camisea y una concepción estratégica de desarrollo en seguridad de nuestras fronteras.
Internacionalmente, dicha geoestrategia deberá optimizar, en términos de una muy pragmática y desideologizada política exterior, la principal cualidad geopolítica del Perú: su condición de –junto con el Brasil– país central, respecto a la Comunidad Andina y el Mercosur.
La priorización de las relaciones con ese país deberá, en especial en lo que a su proyección a la Cuenca del Pacífico por nuestros puertos se refiera, forjar vínculos geoeconómicos que permitan materializar la proyectada asociación estratégica –y no una alianza militar– para contrapesar la creciente estatura estratégica de un Chile que ya se ve como país desarrollado y aliado extra OTAN para el 2010, cuyos intereses no siempre concuerdan con los nuestros y que –todo lo indica– se aviene a pacientemente estudiar fórmulas para solucionar la mediterraneidad de Bolivia, y en las que pretenderá involucrarnos más de lo debido.
Deberemos hilar muy fino con Bolivia para que cuando Chile le alcance una propuesta que requiera nuestra opinión, ésta sea “positiva y constructiva”, claro está, después que hayamos solucionado la anomalía marítima existente con este último país.
Evitaremos sobresaltos si nuestra política de seguridad y defensa, sin entrar en carrera armamentista alguna, con imaginación encuentra las fórmulas que –antes del 2011– permitan que nuestras FF.AA. recuperen un nivel aceptable de operacionalidad convencional y, paralelamente, desarrollen capacidades asimétricas, las que, en combinación, nos proporcionarán una postura disuasiva real y creíble, hoy inexistente.
Alberto Bolívar, Periodista, Analista Político y Profesor Universitario.