5/31/2006

Colombia: la reelección de Uribe, por Andrés Benavente Urbina

En las recientes elecciones presidenciales colombianas, el presidente Alvaro Uribe fue reelecto. Logró una contundente mayoría: 62,2% de los votos, seguido del candidato de la izquierda democrática Carlos Gaviria con 22%, del liberal Horacio Serpa, liberal, con 11,8% y de otros tres postulantes menores. No fue sorpresivo el amplio respaldo del Presidente, dado que éste era anunciado por las encuestas y por el resultado de las elecciones legislativas del mes de marzo. El elemento de mayor sorpresa provino del desplome del liberalismo a un categórico tercer lugar y, a la vez, la buena votación del Polo Democrático Alternativo, que sitúa a la izquierda democrática como una opción de poder a futuro.

En el triunfo de Uribe inciden varios factores. Uno de ellos es el éxito de su política de seguridad democrática que se ha traducido, en términos prácticos, en que ha quitado la iniciativa a las FARC, ha logrado la desmovilización de las guerrillas de Autodefensa y ha logrado que el guerrillero Ejército de Liberación Nacional se inserte en el ámbito de las negociaciones. Además, ha alcanzado una clara reducción de la tasa de criminalidad prevaleciente en el país. Estos avances fueron reflejándose en una cada vez más consolidada confianza de la ciudadanía en la gestión presidencial, caracterizada por un estilo que enfatiza la eficiencia a través de la evaluación de los resultados de sus políticas y medidas, en vez de la retórica de los políticos tradicionales.

Este clima de confianza logró recuperar la credibilidad en el Poder Ejecutivo y ello fue un factor determinante para el retorno de las inversiones y en parte no menor para el impulso del crecimiento de la economía. En el primer período de la administración Uribe, la economía ha mostrado indicadores alentadores: el PIB ha crecido, han aumentado las exportaciones y hay mayor inversión fruto de un mejor clima de negocios. El crecimiento se ha traducido, además, en una mejoría del empleo.

El panorama político cambia después de la reelección presidencial, incorporando en dicha estimación el resultado de las pasadas elecciones legislativas.

El uribismo tiene el desafío de institucionalizarse y dejar de ser una expresión caudillista. El liderazgo presidencial debe jugar un importante rol arbitral entre sus seguidores que se agrupan en varios partidos: Cambio Radical y el Partido de la U, ambas escisiones del liberalismo; Colombia Democrática y el tradicional Partido Conservador. Esta dispersión debiera dar paso a la conformación de fuerzas políticas estables y con proyección de futuro. De ello depende, además, que la mayoría legislativa de que dispone no termine fragmentada por disputas intestinas en busca de parcelas de poder.

Un segundo desafío que tiene el gobierno es retomar y profundizar las reformas estructurales. Desde luego la tributaria para simplificar la carga impositiva y, a la vez, hacerla más eficiente en la generación de ingresos fiscales; operacionalizar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos de Norteamérica, que aún espera ratificación legislativa, para transformarlo en una palanca de desarrollo del comercio exterior y, en especial, de las exportaciones; diseñar e impulsar una política de hidrocarburos que, a diferencia de otros países andinos, atraiga más inversión extranjera para mantener la autosuficiencia petrolera del país.

La oposición también cambia en este nuevo escenario. No estará encabezada por el liberalismo sino por la izquierda democrática, conformada a su vez por varios partidos. El desafío de ésta es institucionalizar una alternativa política, lo que pasa porque internamente se defina el perfil que tendrá, dado que en su seno coexisten un sector socialista democrático y un sector más inclinado al populismo revolucionario. Una ambigüedad en esta materia puede hacer que el avance electoral recién logrado sea efímero, como lo fue la alta votación del M-19 a comienzos de la década de los noventa cuando abandonó las armas y entró a participar del sistema político-institucional.

El liberalismo, por último, puede seguir declinando o bien transformarse en una opción de centro, debiendo definirse en lo económico entre la postura pro mercado del ex Presidente César Gaviria o el llamado “liberalismo social” partidario del estado de bienestar que representa Serpa.

Lo que sí queda claro en la nueva etapa colombiana es que la firmeza con que ha actuado Uribe contra la violencia y los efectos positivos de su conducción económica ha posibilitado la transformación de Colombia en un destino seguro para las inversiones en la región andina. Nadie lo hubiera vaticinado hace diez años atrás.

ANDRES BENAVENTE URBINA. Politólogo, Investigador de la Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.