CHILE Y SU NUEVO GOBIERNO, por Andrés Benavente Urbina
El comienzo del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet puede ser evaluado positivamente desde la perspectiva del riesgo político de inversión.
En primer lugar se ha mostrado, explícitamente, como continuador en materia económica de la administración Lagos cuyos méritos centrales al respecto son la preservación de los equilibrios macroeconómicos y la profundización de la apertura comercial aplicando un concepto globalizado y no restringido, pragmático y no ideologizado de la integración.
Las señales de continuidad han sido claves como la conformación del equipo económico encabezado por el economista Andrés Velasco y por el nombramiento en el ministerio de Relaciones Exteriores de otro economista, el ex senador Alejandro Foxley. En el ministerio de Economía, además, fue nominada una empresaria. Todos ellos claros exponentes de una adhesión a la estrategia de desarrollo que ha venido siguiendo el país por más de una década y que ha demostrado ser exitosa.
El factor de cambio que puede visualizarse está en un fuerte énfasis en lo social, pero sin que ello entre en conflicto con los lineamientos económicos, sino por el contrario se aborda lo social para profundizar la estrategia de desarrollo y expandir sus buenos resultados. La presidenta ha insistido en la necesidad de ampliar los mercados y de promover mayor competencia como una de las formas de otorgar beneficios a los consumidores. No puede haber un argumento más contundente de la reafirmación de los principios que han orientado a la economía en los últimos años.
Evitar los efectos dañinos que para el mercado tiene la concentración de la propiedad y el mejorar sustantivamente la calidad de la educación son factores que, de lograrse, mejorarán sustantivamente el perfil de competitividad del país.
Ciertamente que la postura económica con que se inicia el nuevo gobierno es radicalmente diferente a la tradición del socialismo chileno, partido en el cual milita Bachelet. A diferencia de Salvador Allende en los inicios de los años setenta no se hostiga ni amenaza a la inversión extranjera sino que se le mantiene un escenario de estabilidad en las reglas del juego; se está lejos de la planificación económica y de la fracasada estrategia de sustitución de importaciones.
En segundo lugar, la presidenta en el orden político ha mostrado un discurso integrador, ofreciendo una visión nacional que dista mucho de la visión esencialmente confrontacional que mostraba la izquierda tradicional y que hoy mismo inspira a gobiernos como el de Chávez. No quiere decir lo anterior que se trate de un gobierno que se diluya en la indefinición política, sino que en sus decisiones incluirá una relación fluida con la oposición como por lo demás ha ocurrido en los últimos quince años. Una visión de país es lo que ha caracterizado a la clase política chilena si se le compara con las realidades vecinales.
En lo político, Bachelet ha ido mostrando un estilo que no le era conocido y que ha fortalecido su rol: el resguardo de sus atribuciones por sobre las decisiones de los partidos de su coalición de gobierno. Obviamente éstos son escuchados por la gobernante, pero ha sido ella quien ha tomado las decisiones de nombramientos revelando una clara autonomía. Los partidos han estado lejos de imponer nombres para los cargos de alta responsabilidad gubernamental.
Sin duda es un estilo que le dará a la presidenta mayor flexibilidad en su gestión política y administrativa. En tal sentido debe apuntarse como señal positiva el nombramiento del ex senador Andrés Zaldívar como ministro del Interior. Su paso por la presidencia del Senado lo perfiló como un hombre con gran capacidad de articular consensos tanto dentro de la Concertación como con la oposición.
El factor de tensión que puede divisarse en el horizonte es que los partidos de la Concertación entraben su apoyo a los proyectos gubernativos en el caso de que estimen no son acogidos sus planteamientos, toda vez que en la última elección parlamentaria fueron elegidos personeros con marcada inclinación al protagonismo mediático que necesita de los conflictos para mantenerse vigente. Es aquí donde la presidenta y su equipo ministerial testearán su efectivo liderazgo dentro de su partidarios.
ANDRES BENAVENTE URBINA, Politólogo, Investigador Escuela de Postgrado de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad Diego Portales.
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